8.13.2011

Dias

Nunca estuve completamente convencido de hacerlo, siempre he tenido esa clase de pensamiento rondando por mi cabeza, aquellos pensamientos que me hacen pensar que soy un verdadero desequilibrado mental, un completo sociópata, pero siempre te he querido demasiado, te he adorado tanto que no he pasado de ahí, solo simples pensamientos.

Ningún acto.

Y así lo he pensado siempre, simplemente entregarte en manos de otra persona pasaba por mi cabeza, pero de la misma manera en que esas ideas llegaban, luchaba por eliminar esas tontas y estúpidas formas de pensar que sólo me afectaban y alteraban, pero que finalmente no eran más que sólo ideas aterradoras. El simple hecho de que otros te tocaran, amigos o conocidos me hacía morir de celos, perder la cabeza, en esos momentos lo único que quería era tomarte, allí mismo, acariciarte con mis manos, llevarte lejos de allí, simplemente largarnos, los dos, solos. Lo único que quería era encerrarnos en una habitación y nunca más salir de allí. Por nada ni por nadie.

Sólo nosotros dos, solos.

Pero sucedió, creo que tú ya lo veías venir, siempre fuiste demasiado comprensiva y adelantada, estabas junto a un alcohólico adicto al juego, no se tenía que ser un genio para saber que sólo se trataba de esperar a que yo me metiera en problemas. Alcohol y dinero nunca han sido una buena combinación.

Fue tanta mi desesperación y necesidad por dinero, gracias a las deudas que gané con cierto tipo de personas quienes no esperarían por un cheque más de dos días, y que no preguntan al momento de disparar un arma que tuve que entregarte en manos de otro. Tú no dijiste nada. Simplemente me apoyaste como siempre lo hacías y decidiste hacer lo mejor para los dos. Lo mejor para mí.

Y mientras íbamos en camino a encontrarnos con aquella persona que iba a cambiar nuestras vidas de una manera totalmente radical, no podía sacarme de la cabeza todas esas palabras que te dije, ya sabes, aquellas palabras con las cuales expresé que por siempre iba a ser fiel a ti, que siempre estaría junto a ti y que nunca nos separaríamos, que cuidaría mas de ti, que de mí mismo. Mientras tú ibas tan callada, tan firme, tan fuerte.

Aun cuando llegamos.

Su manos eran toscas, se notaba claramente que nunca había tenido a nadie como tu. Te tocaba como si fueras cualquier cosa, su cabeza no comprendía como yo, lo maravillosa, lo bella y perfecta que eras. Él sólo te observaba con aquella mirada lujuriosa y lasciva que personas como él siempre cargan. Él sólo te tocaba, te agarraba y te apretaba, en ninguna ocasión, ni una sola vez te acarició con la suavidad con que yo solía hacerlo.

¿Recuerdas? Siempre me pareciste demasiado frágil, demasiado delicada, demasiado humana. Para mi tú eras alguien a quien había que tocar solo con la punta de los dedos, y creo que esto se debía a tu diminuto tamaño, eras tan pequeña, tan petite, tan fina, sutil y delicada.

Para él parecías, más que nada, un negocio más que otra cosa, no comprendía que eras algo con lo que los días suelen pasar más aceptables, más reconfortantes y porque no… más felices.

Debo aceptar que antes de que tú llegaras a mi vida cada día era exactamente igual que el anterior. No importaba el clima, frio o soleado, nublado, lluvioso; o los acontecimientos que se presentaran ante mis ojos. Sin tí, nada de mi vida tenía el valor que todo logró alcanzar cuando tu llegaste, tu lo cambiaste todo, cuando me sentía mal pensaba en tí, y el dolor desaparecía, se esfumaba, el día más terrible podía cambiar y ser el más maravilloso por el simple hecho de que había tenido o iba a tener la oportunidad de poner mis manos alrededor de tu cuerpo.

Así que no sólo hacías mis días más aceptables o reconfortantes, en el momento en que llegaste a mi vida, sí, mis días contigo fueron más que felices.

El tipo te colocó boca arriba, su mirada perdida y seca no dejaba de observarnos a ambos, y él, hablando solo sólo de dinero, sólo él solo no hacía más que parlar cosas sin sentido, y que por el estado en que me encontraba no logró siquiera recordar.

Me sentía petrificado, no podía respirar, sentía que mi ser se volvía un ente inútil que bien podría quedarse allí parado para dar cuenta y ser testigo de todas las atrocidades que harían contigo y que, sin embargo, no cambiaría en nada los actos que se cometerían a tu persona, mi presencia allí, no cambiaría en nada lo que habría de suceder. No habría sido capaz de levantar la voz, ni siquiera el brazo para impedir que hicieran cualquier cosa contigo, en ese momento, como lo soy hoy, sin tí, era un completo inútil.

Pero en esos momentos tú siempre te mostraste fuerte, estabas allí, acostada, observándome sin decir una palabra cuando tú sabías que no era necesario hacerlo. A pesar de la mirada impávida y serena que mostrabas, a través de tu silencio fuiste capaz de transmitirme la fuerza necesaria para que yo pudiera ser capaz de seguir en pie y no desfallecer ante ese indeseado momento.

Ese momento que pareció eterno, fue roto por ese tipo, cuando al abrir su boca sólo salieron palabras que aun no logro recordar, pero que seguramente se referían a cerrar el trato. Romper un silencio tan significativo, como lo fue el nuestro, aunque fuera solo por aquel breve momento no tiene perdón, así que con la cara tropezada solo sólo me conforme con decir que sí, a todo.

Al final de todo te metió a un cuarto en la parte posterior del salón, hablaba con tanta gravedad mientras te señalaba con su nariz al mismo tiempo que te decía: “Hoy, tú no vas a salir de aquí”.

Y fue la última vez que te vi, nunca dijiste nada, tú, tan frágil y delicada, nunca dijiste nada, aun cuando el tipo observó por debajo tuyo te comportaste mucho mejor que yo, yo que estaba a punto de quebrarme sólo podía observar marcharte, mientras por mi cabeza pasaban aquellas cosas que podían pasarte y que para cualquier otra persona serian inimaginables.

En el momento en que cerró la puerta sabía que no había marcha atrás.

El tipo claramente demostró su ansiedad, dándome un sobre con el dinero rápidamente, y allí me quedé, aturdido, abismado con un sobre en mi mano y me largué de allí, sin decir adiós.

Ni siquiera fui capaz de decirte adiós.

Y ahora es que comprendo que cualquier cosa, cualquier cosa hubiera sido considerablemente mucho más fácil, que el haberte hecho pasar esa experiencia a ti.

Siempre fuiste mejor que yo, y siempre lo serás…

Te extraño.

Cuanto quisiera volver a verte, solo un momento. Estaría muy bien tan sólo un: “Hola ¿Qué tal? Cuanto tiempo”, un abrazo raro y un beso… Estaría muy bien tan sólo un: “Hola ¿Qué tal? Cuanto tiempo ¿Cómo te va?”… Solo un mensaje diciendo aquello, ¿Cómo era?... “Si cielo”…

Yo no soy tu cielo, es más me das miedo, miedo a pensar en la boca que te habla, miedo a pensar en toda la clase de cosas que hicieron ellos contigo, miedo a pensar la clase de cosas que alguien esté haciendo contigo ahora mismo.

Y ni siquiera tengo ánimos de pensarlo, nunca los tuve y nunca los tendré.

Te extraño iPad Wi-Fi + 3G de 64 GB.

Espero verte de nuevo algún día.




*Este es uno de los cuentos entregados para el trabajo de Critica y Pensamiento Urbano-Arquitectónico: Empirismo y Subjetividad, en Junio del 2011...

**En realidad no estoy muy seguro de que este texto sea un cuento, más bien, lo percibo como un relato...

***En realidad no perdí un iPad, solo fue un iPod Nano, unos años atrás cuando estos justo acababan de salir, el objeto de empeño cambio a un iPad, sólo para estar más acorde a nuestra epoca...

****Si usted querido lector, lee esta entrada en un par de años, cuando los iPad, sean vendidos como cajas de cerillos, siéntase en libertad de canjear el iPad por cualquier aparato tecnológico y/o de consumo de su preferencia.