9.29.2011

Nacido para hacer arquitectura... [o el sombrero me dijo que yo era diseñador]


En la enseñanza de lo arquitectónico, la academia se cuestiona, en la búsqueda de como ejercer la actividad, la epistemología bajo la cual se realiza la acción del diseño (arquitectónico), y en esa búsqueda se hace la pregunta de que si el arquitecto diseñador, es un ente “especial” con una cualidad innata de potencial creativo, un diamante en bruto que la academia se encargará de pulir...

Esto en relación a la persistencia de los comentarios en los pasillos de las facultades de “arquitectura”, que el arquitecto no hace, sino nace como tal. Entonces llegamos a escuchar frases como “se requiere de una cierta sensibilidad innata para ser arquitecto, es como ser un poeta”, dejando incluso bajo sospecha lo que se entiende como lo poético; comentarios como “me llegaron las musas inspiradoras”, así con la intención de evocar a los maguitos supremos, dioses del olimpo arquitectónico, para que nos iluminen con su sabiduría divina.

Bajo estos supuestos, se entendería que para ser formado como el sujeto-arquitect@, parece ser necesario tener una “habilidad” especial, vamos, una especie de caldo primitivo de su conocimiento, y que este debiera ser preponderantemente innato, y el no poseerlo, nos excluye tajantemente de su actividad. Pero no os preocupéis, todos los que tenemos el demandado título de arquitecto, hemos sido elegidos... súper wow! algo que indudablemente nos hace pensar que esos años invertidos en la licenciatura, y sus respectivos e implícitos trabajos académicos, han sido una simple pantalla para que la sociedad en general, viera que nos ha costado algo, o en otras palabras, les vendemos humo. Habría que preguntarnos de que manera se puede saber si se tiene o no ese dichoso don (pedro).


Claro está, que la alusión que se hace casi como una calca de lo acontecido en lo académico (de la apreciación de los dones, donde aparece la presencia de un “descubridor” de dichos dones arquitectónicos) en lo presentado en el séptimo arte, esas películas de maguitos más insipientes que el propio maguito que anuncia los dulces para niños (y no tan niños), de corte absurdo en lo que la historia respecta. Hace reflexionar en que si es así la realidad de lo arquitectónico. ¿En qué punto se puede saber si será “elegido” o “destinado” para ser arquitecto? en esta disyuntiva aparece el sombrero arquimágico, descubridor de talentos, de acuerdo a los dones de cada aspirante, los hará resaltar... super ultra wow!!! igual que en esta “gran” pelicula.


Cada escuela o facultad ha de tener su propio sombrero, único y perfilado que de la irrefutable decisión de quien si y quien no es digno de cursar las cátedras de estas, para simplemente recibir el nombramiento anhelado, de este modo, los ingenuos nuevos talentos, cual diamantes en bruto, han de ser pulidos de manera casi “automágicable” durante los simbólicos años de carrera universitaria, pues reiterando, ya han sido detectados y elegidos para ser intitules (o inutiles) como arquitectos, y no solo arquitectos, arquitectos diseñadores.


Esto como que nos sugiere que deberíamos tener un jurado seleccionador, una especie de “Sombrero” al más puro estilo de J.K. Rowling, en donde cada uno de nuestros jóvenes (e ilusos) prospectos para arquitectos, fueran evaluados de una manera “sensible” y se les dijera cuáles son sus aptitudes incluso antes de siquiera poner un pie en las aulas de nuestra manoseada Academia; tú vas derechito al Max Cetto o a ingeniera... o quizás, más tristemente, a derecho. Tal vez es por muchos conocidos, citando un fragmento de la película que Sydney Pollack erigió: “Sketches of Frank Gehry” (POLLACK, Sydney (2005) “Sketches of Frank Gehry”, Sony Pictures Classics. 83 min.), en la cual el afamado director da un vistazo a los autocráticos modos de diseñar de dicho arquitecto, y en la cual, en alguna parte de la película, le pregunta sobre aquellos dias, añejos ya, en los cuales Mr. Gehry era aún estudiante de arquitectura. Gehry rememora un día, en que lo que se quiere suponer, era el taller de proyectos de su colegio, se le acerco, aquel “descubridor” (que muchas veces llaman maestro), y de buenas a primeras le dice: Sr. Gehry, usted no sirve para esto, dedíquese a otra cosa. (Bueno, no se lo dijo textualmente así, pero el mensaje era ese). ¿Qué fue lo que sucedió allí? ¿Un defecto de fábrica en el sombrero de tal “cazatalentos? Mr. Gehry, el famoso ahora premio Pritzker, no sucumbió ante tal declaración/sugerencia, y siguió con sus sueños de fama y gloria, tal como le sucedio en menor medida a nuestro connacional ex baterista de la mega-banda de rock “Aleks Syntek y la gente normal” (¿ó era anormal?), al cual, en sus épocas estudiantiles de batería y pelo largo, al concentrarse también en sus estudios arquitectónicos, los maestros, aquellos Jerry’s McGuire de la producción arquitectónica no hacían más que recomendarle, sugerirle y hacerle hincapié, en que lo mejor para él, y para el mundo profesional de la arquitectura, lo mejor sería que dejara la madera balsa y se comprometiera de lleno con las batacas. Esos sombreros mágicos, han de estar siendo manufacturados por niños borrachos en Camboya, porque ya no son lo mismo de antes. Mr. Gehry y Mr. Rojkind, son ahora, la crema y nata de la arquitectura avant-garde (guardando claro, entre ambos, sus respectivas distancias). ¿Que ha pasado allí, donde, aquellos MAESTROS de la arquitectura capaces de percibir las cualidades o los dones en el estudiante se equivocaron en su apreciación por la falta de éste?


Quizás si es sabido que para ser arquitecto se necesita este afamado “don”, esto nos ayuda a terminar con una larga y cansada disputa de porque la arquitectura de nuestros tiempos no termina de cuajar en la sociedad actual. Está claro de quien es la culpa de “la mala arquitectura”, es culpa de la academia, que sus métodos de selección de los futuros arquitectos, deja pasar por sus filtros gente que sueña con ser arquitecto, que le hecha ganas para llegar a esta meta “de vida”, pero que claro esta no tiene el don nato del ser arquitecto. Por este fallo de la academia es que la arquitectura como disciplina se está, como coloquialmente es dicho: “yendo al hoyo”. Con esta gran premisa, entendemos que las necedades que se discuten en la academia sobre el diseño y sus tantas condicionantes, así como la necesidad de un trabajo transdiciplinario, multidisciplinario y rizomatico, además de la búsqueda de respuestas en otras disciplinas como la antropología, sociología, economía, filosofía, y una larga lista de disciplinas, son una pendejada... ya que si uno no tiene el don divino de ser arquitecto, puede estudiar y buscar respuestas para ser un mejor diseñador de lo arquitectónico en vano ya que para empezar a esta persona nunca debió pasar los filtros de la academia, para soñar con ser parte de la disciplina divina, innata, salvadora del mal de esta sociedad el diseño arquitectónico.


PD Texto elaborado por todos los participantes de este blog. Bueno, excepto Luizao.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y pensar que hay estudiantes que tienen todas sus canicas apostadas a ese "don", porque los papanatas de sus profesores ni siquiera saben en el pantano dónde ESTAMOS parados.

El ánimo por conocer sobre nuestros campos de acción parece mucho más sensato y útil si el objetivo es entender, pero si se trata de jugarle al Harry Potter que vencerá al mal (a.k.a. VOldemort), pues entonces a disfrutar el entretenimiento de la lucha entre opuestos, sin reparar en que bien y mal son parte de los productos significantes de "la realidad".

Por cierto, aprovecho para sembrar la pregunta-propuesta: ¿qué decir de aquellos que creen fervientemente en la realidad, la realidad dad, y más aún, "nuestro deber" para transformarla? Tal vez una pregunta para devenir en algún próximo post.

saludos, y tambien a Green Lantern, aunque podamos etiquetarlo como "APARTICIPATIVO", en este episodio nomás.